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Otra noche demasiado larga

Lo admito, mis hábitos de sueño son bastante pobres. Si tengo que elegir entre ir a la cama o ver una película, aunque sea muy mala, la segunda opción siempre será la ganadora. A veces, ni siquiera es una película, solo me quedo alternando entre dos o tres redes sociales, dejando likes por aquí y por allá. Y hay noches en que simplemente pienso, pienso y pienso, hasta que el sol asoma y la ducha se convierte en mi aliada para iniciar un nuevo día.

La otra noche, sin embargo, fue diferente. Mi mente estaba un poco fuera de control y empezó a enlazar ideas que, en retrospectiva, no tenían nada que ver. Y esas ideas, que al principio parecían inofensivas, se fueron tornando angustiosas, pesimistas, oscuras.

Si otra persona me contara esto, mi primera pregunta sería ¿por qué no te levantaste y prendiste la televisión?. Resulta que no podía actuar, ni siquiera cambiar de posición en la cama. Estaba tan absorbido por mis propios pensamientos que de pronto, esas ideas eran tan reales como la habitación donde estaba.

Sentí cómo mi respiración empezó a cambiar, la transpiración recorría mi frente y los dedos de mis pies se contraían. Ansiedad, una clásica crisis de ansiedad, con todos sus síntomas.

Atiné a agarrar el celular y a escribirle a un amigo que vive del otro lado del mundo… Literalmente. Cuando me contestó, se estaba preparando para ir a la oficina pero ofreció llamarme un momento.

La conversación no fue muy interesante, muchas preguntas de su lado y mucho “ujum”, “ajá” y “emmm” del mío. Entonces, me dijo que repasáramos las distintas partes de mi cuerpo a ver cómo se sentían. Yo, sin entender con precisión su sugerencia, acepté porque era mejor que seguir dándole vueltas a los pensamientos ya casi terroríficos que mi cabeza estaba generando.

“Empecemos con tu pie derecho”, oí desde el teléfono. “Nota las sensaciones en la planta, si está frío o caliente, si tiene algún hormigueo”. Me concentré en sus indicaciones y me di cuenta de que, al no tener medias, estaba helado. Después avanzamos con el resto del pie, la pierna, la rodilla, el muslo, y así hasta llegar a mi cabeza.

No sé cuánto tiempo nos tomó este proceso, pero al terminar, mi respiración había cambiado, ya no transpiraba, mi cuerpo estaba relajado y ¡los pensamientos angustiosos quedaron en segundo plano durante todo el proceso!

Mi amigo, antes de despedirse, me dijo que ese escaneo corporal era una de sus prácticas regulares de Mindfulness y que, si me sentía mejor, tal vez podría repetirla la próxima noche. Así que eso he estado haciendo las últimas semanas, antes de cenar. Y, aunque aún no logro dormir ocho horas, al menos los pensamientos angustiosos no son los que me roban el sueño.

La evidencia sugiere que la práctica de meditación mindfulness es útil en la mejora de la calidad del sueño y en la reducción de los síntomas del insomnio. Podes solicitar más información del próximo Programa MBCT  Mindfulness para ansiedad, estrés y regulación del bajo ánimo.

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