Search
Close this search box.

La persona en el espejo

Si no estuviera con el tiempo tan justo, podría dedicar 10 minutos más a arreglarme. Pero, como todos los días, el retrovisor del auto tendrá que ser suficiente para servir de guía. Mientras los chicos cargan sus mochilas, abrigos y desayunos, yo me ocupo de hacer algo con este pelo.

Mi pelo… No me había dado cuenta de que está más fino, parece que tengo menos. Las canas son cada vez más evidentes. Dicen que suman carácter, así que tal vez sea algo bueno, aunque un castaño discreto no es una opción descabellada. Me veo sonreír y mi hija menor destaca, sin mucha sutileza, las arrugas que se forman alrededor de mis labios. “Vos también vas a llegar a esta edad, ¡arrugadita!”, le digo y me pone cara de horror.

Una vez yo también creí que nunca me iba a parecer a mis padres, que mi cabello sería abundante, oscuro y desordenado, que tendría 7 años para siempre. Ahora estoy al volante de un auto familiar, a punto de dejar a dos pequeñas partes de mí en la escuela.

Los oigo hablar en el asiento de atrás, con una autoconfianza y una determinación que me sorprenden. Mi hijo mayor está convencido de que su proyecto es un 10 y de que su profesor estará de acuerdo. La pequeña está de acuerdo y le dice que ella también es inteligente y aprobará su examen de hoy.

“Te amo”, grita la nena al bajarse del auto. “Yo también”, le contesto. En este punto, creo que si busco “Síndrome del impostor” en Google, va a salir mi foto.

¿Me amo? Sé que hago las cosas bien, que me esfuerzo por cumplir con los objetivos que tengo y por estar presente para mi familia, pero es posible que mi atención esté enfocada en hacer todo bien con y por ellos. No sé cuándo fue la última vez que pensé, por un momento, solo en mí.

Años antes de tener una familia, solía practicar meditación y yoga disciplinadamente. Esos momentos a solas y en silencio me recargaban las baterías -sobre todo las emocionales- para salir al mundo con una actitud positiva, amable, confiada, así como la que escuché en mis hijos hace un instante.

Evidentemente este no es un buen momento para meditar con los ojos cerrados, pero puedo empezar por respirar con consciencia. Inhalo y me lleno de bienestar, de ese amor que mi hija expresó con tanta convicción, de gratitud. Exhalo y comparto ese bienestar, ese amor y esa gratitud con mi familia. Inhalo, exhalo. Inhalo, exhalo.

Y aquí voy, inmune a los bocinazos, rumbo a mi trabajo, con la determinación de tener un gran día. ¡El primero de muchos!

¿Te gustaría conocer algo más del Programa MSC de Mindfulness y Autocompasión

¡Solicitá más información del programa que comienza muy pronto! AQUI!