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Humanidad compartida, sí. Privacidad compartida, no.

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Tener una amiga que trabaja con los programas de mindfulness y autocompasión tiene sus ventajas. Es la primera que te escucha y te trata con amabilidad, te cuida… Y suele reflejarte esas cosas que posiblemente eliges ignorar o no hacerte cargo, también con amabilidad, y con firmeza. Lo mejor, creo, es que puedes ser honesta y vulnerable con ella, porque vibra en una frecuencia más cercana a la aceptación que al juicio.

Por eso me animé a contarle algo que puede parecer superficial, pero que ella entendió perfectamente. “A mí eso del crecimiento personal en grupo no me va”, le revelé, con una mezcla de vergüenza y culpa. Mi amiga sabía que yo quería participar en alguno de sus Programas, pero no entendía por qué no me había animado. Hasta ahora.

¡Qué bueno que me lo decís!” contestó con una sonrisatípica de quien te escucha atentamente y se conecta con vos-. Su reacción me hizo fácil explicarle que me intimidaba la idea de compartir cosas personales con desconocidos y, aún peor, ni siquiera saber con qué gente me puedo llegar a encontrar.

Entonces, ella me confesó que eso también le pasó cuando comenzó a participar de estos entrenamientos. “Me había olvidado, porque lo que encontré en los programas grupales fue tan diferente a lo que pensaba o imaginaba, que esos temores quedaron muy lejos y olvidados”.

Me contó que, a diferencia de un grupo de terapia, en los Programas de entrenamiento en habilidades de Mindfulness y AutocompasiónMSC o MBCT se forman grupos de aprendizaje, donde hablas sobre lo que vas aprendiendo y cómo eso se relaciona con tu vida. No se trata de contar intimidades, sino de entrar en conexión con uno mismo y con otros, para identificar lo que compartimos como humanos. Me dejó muy claro que cada participante puede elegir cuánto quiere exponer de sí mismo.

Tendrías que escuchar lo que muchos participantes dicen al finalizar la primera sesión y la última”, me aseguró súper entusiasmada. “Al cierre de la primera, siempre sienten sorpresa, por lo cómodos que se sintieron, por lo lindo que es el grupo. Y en la última, terminan agradeciéndose a ellos mismos por haberse animado a la experiencia y al grupo por ayudarlos en su proceso personal”.

Me sentí mejor al saber que mi temor no es solo mío. Y eso, ahora lo entiendo, es un rasgo de humanidad compartida que ahora en lugar de avergonzarme, me hace tener ganas de conectar con otros.